Sea de Federico, qué atrevimiento, sea de Federico García Lorca, una semblanza a los jardines del mismo Monet, una confluencia oriental con nuestro pasado andalusí.
Son muy vagos los recuerdos de los jardines...
Al pasar sus umbrías la melancolía nos invade...
Todas las melancolías tienen esencia de jardín...
La hora del crepúsculo, hace palpitar a los jardines con temblores
de matices tenues que tienen
toda la gama del color triste...
Tras las mañanas obscuras de la yedra, revive el espíritu de la mujer
que nos persigue...
y entre la plata melosa de la fuente y la intranquilidad
constante de las hojas
pone nuestra
fantasía las visiones espirituales de nuestro mundo interior
que hace brotar la maga sugestión del ambiente.
Parece que los jardines se hicieron para servir de relicario
a todas las escenas románticas
que pasaran por la tierra. Un jardín es algo superior,
es un cúmulo de almas, silencios y colores,
que esperan a los corazones místicos para hacerlos llorar.
Un jardín es una copa inmensa de mil esencias religiosas.
Un jardín es algo que abraza amoroso
y un ánfora tranquila de melancolías.
Un jardín es un sagrario de pasiones,
y una grandiosa catedral para bellísimos pecados.
En ellos se esconden la mansedumbre, el amor,
y la vaguedad del no saber qué hacer.
Cuando adquieren las alfombras húmedas del musgo,
y por sus calles no avanzan sombras de vida,
los habitan las sabias serpientes bailarinas de las danzas orientales
que andan voluptuosas por los macizos abandonados.
Cuando pasa el Otoño sobre ellos tienen un gran llanto desconocido!...
¡Jardines de tísicos que se morían de lejanías brumosas
en los poemas de antiguos poetas fracasados!..
Los otros jardines, los del amor galante,
llenos de estatuas mórbidas, de espumas,
de cisnes, de flores azules, de lujurias escondidas,
de estanques con lotos rosa y verde, de cigüeñas perezosas
y de visiones desnudas, encierran toda una vida de pasión
y abandono al destino...
¡Jardines para el olvido, y para las almas sensuales! y
los que son un bloque verde con secretos negruzcos
en donde las arañas tendieron sus palacios de ilusión...
con una fuente rota que se desangra lentamente
por la seda podrida de las algas...
¡Jardines para idilios de monjas enclaustradas
con algún estudiante o chalán caminero!
¡Jardines para el recuerdo doloroso de algún amor desvanecido!
Todas las figuras espirituales que pasan por el jardín solitario,
lo hacen pausadamente como si celebraran algún rito divino sin darse cuenta...
y si lo cruzan en el crepúsculo o en la luna, se funden con su alma.
Las grandes meditaciones, las que dieron algo de bien y verdad,
pasaron por el jardín. Las grandes figuras románticas eran jardín...
La música es un jardín al plenilunio.
Las vidas espirituales son efluvios de jardín. El sueño!
¿Qué es sino nuestro jardín?
En la vida que arrastramos de atareamiento y preocupaciones extrañas,
pocos son los que se espantan de pena y
delicadeza ante un jardín...y los pocos que nacieron para el jardín
son arrastrados por el huracán de la multitud.
Van pasando los románticos que suspiran por la elegancia infinita de los cisnes...
En los crepúsculos están solos los jardines.
El sudario gris y rosado de la tarde los cubre,
y contados son los que escuchan su canción.
GARCÍA LORCA, F. (1981): Impresiones y paisajes. Granada: Don Quijote: pp.179-182.